Quién me iba a decir a mí que anoche experimentara placer
sin sentimiento. Recuerdos, amenazas, un par de bofetones flojos, caricias en la
espalda, sabor a cerveza, muchas risas, suspiros y, como pruebas de fuego,
besos lentos y esos bancos legendarios, esta vez sin estrellas. Con ganas de
juego, picardía e inocencia. Pero con el corazón aparcado en mi casa. Cuántas
veces ha sido una “mala influencia”. Siempre me quiere sacar de quicio. Y
siempre ha resaltado mi lado infantil. Ahora deberá recordar “esta clase”
propulsada por una cerveza. Ambos descubrimos nuevos cambios; la zona más
sensible de mi cuerpo es ésa donde está mi estrella. Y pasada cierta hora, a la
niña le entra sueño. Y pide la clase más complicada. Y la supera. El profesor
se muestra orgulloso y le concede una reflexión en voz alta. Debates de calor o
frio. Y, cómo no, critica la forma de hablar por teléfono de su “Pequeño Saltamontes”.
Esa clase, esa magia del pasado, esa taquicardia sana, el
tacto de tu camiseta bajo mi cara… ya no es dulce! Señorita Shuri ya no es tan
tan dulce como antes